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27/03/2022
En las articulaciones del cuerpo humano existen múltiples bursas o bolsas sinoviales, por lo que son estas partes del cuerpo, o aquellas de uso muy continuado en la práctica profesional o deportiva, las que más afectadas suelen verse por la bursitis. A continuación, veremos todo sobre esta patología.
La bursitis es la inflamación o irritación dolorosa de unas bolsas, llamadas bursas, que aparecen en lugares donde existen puntos de rozadura como los músculos, tendones o huesos. La función de estas bolsitas es ayudar al movimiento normal de las articulaciones y evitar fricciones directas entre ellas. La bursitis se manifiesta, entre otras zonas, en hombros, rodillas, caderas, pelvis, codos, dedos de los pies y talones.
Existen dos tipos de bursitis: la aguda o la crónica. En la primera, la articulación afectada adquiere un color rojizo y tiene una temperatura superior al resto del cuerpo. Es dolorosa y suele ser causa de una infección o gota. En la crónica, hay hinchazón y dolor y disminuye el movimiento habitual, provocando una atrofia muscular y debilidad motora.
Los síntomas característicos de la bursitis son dolor e incapacidad para llevar a cabo ciertos ejercicios o movimientos usuales en la vida diaria. Puede aparecer de repente o de manera progresiva, algo que el paciente nota por el movimiento y el tacto, pues la piel que rodea a la bursa está más sensible de lo habitual. Los síntomas dependerán de la zona afectada, pero los más comunes son: dolor articular y sensibilidad al presionar la zona próxima a la articulación, rigidez y dolor al mover la articulación perjudicada y enrojecimiento, hinchazón y fiebre de la zona.
La bursitis suele estar entre las principales causas del dolor de cadera y del dolor de hombro.
Pese a que a menudo se desconoce el origen de esta enfermedad, la causa principal de la bursitis puede ser el uso excesivo de una articulación. La repetición diaria del mismo movimiento o llevar a cabo un sobreesfuerzo en las articulaciones puede generar esta patología. Además puede también surgir por un traumatismo, infecciones, heridas o como consecuencia de otras enfermedades, como gota o artritis reumatoide.
La bursitis es posible prevenirla evitando la realización del movimiento sucesivo que la ha originado. Otra medida es fortalecer los músculos que rodean la articulación o calentar con ejercicios la zona antes de iniciar la práctica de actividad física.
En la mayoría de los casos la bursitis desaparece sin aplicar un tratamiento específico. Aun así, el especialista se centrará en reducir el dolor y la inflamación al paciente recetando antiinflamatorios o corticosteroides. En caso de ser una bursitis aguda sin infección, la persona debe evitar sobreesfuerzos, limitar ciertos movimientos y aplicar frío en la zona dañada para disminuir la hinchazón.
Si se presenta una bursitis crónica el tratamiento es similar, aunque debido a que el reposo no surge efecto, se debe recurrir a métodos más agresivos y directos como la fisioterapia intensiva o las inyecciones de corticosteroides. En caso de presentar infección, se debe extraer el líquido acumulado y seguir un tratamiento con corticoides.
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